El ave Fénix

 

Por Yolanda Alsino

Así empieza mi historia… cuando –a la edad de diez años– regresé a casa de mis padres y me casé con mi novio de infancia. Todo iba color de rosas, hasta que mi esposo empezó a salir con amigos y a tomar alcohol. Ahí es donde empieza a agredirme verbal y físicamente. En este proceso nació mi hijo Deivi. Ahí el mejoró un poco. Pero fue por un tiempo. Porque él volvió a tomar.23 Para ese tiempo, recuerdo que yo pasaba hambre junto a mi [hijo] porque él no me daba dinero para comer.

Cuando mi hijo tenía casi tres años, él me golpeó delante de mi hijo. Recuerdo que salí corriendo con mi hijo en brazos y fui a casa de mi madre y ahí entró él a buscarme para golpearme. Mientras eso pasaba, mi hijo estaba en el suelo, sentado. Recuerdo que solo me dijo: «Mami, coge el cuchillo y mátalo». Ahí tomé la decisión de dejarlo, pero ya estaba embarazada de mi segundo hijo. Él seguía igual: me amenazaba que me iba a matar si no volvía con él. Para ese tiempo tenía pocos meses de embarazo. Conseguí empleo como empleada doméstica y él seguía persiguiéndome. Yo vivía aterrada, corriendo. Ahí caí en estado de depresión porque no podía comer ni dormir. Tampoco podía salir sola por miedo a encontrarme con él. Hasta andaba con un cuchillo en la cartera para defenderme. Al pasar los meses di a luz a mi hijo y seguía insistiendo que tenía que volver con él porque quería estar cerca de los niños. Yo solo decía que no.

Como a los –casi– tres meses de haber dado a luz, una tarde, manda a buscar a mi niño más pequeño, dizque para verlo. Se lo envié con mi hermano. Él solo dijo: «¿Por qué no lo trajo ella?». Él se quedó con el [niño], quería que yo fuera a buscarlo. Yo dije que no. Cuando era ya muy tarde, mi papá lo tuvo que ir a buscar y él se lo entregó.

Yo, muy seriamente, pensé que se iba a quedar tranquilo, pero no. A la mañana siguiente –como a las seis de la mañana–, mientras yo me dirigía a mi empleo, en un rincón oscuro… ahí estaba él con un bate de madera. Solo me dijo: «Me la vas a pagar». Yo, muy tranquila, dije: «Yo no te debo nada». Pero cuando me dio el primer golpe… ahí vi que él no estaba jugando y pensé: «Ya sí me voy a morir»… porque me dio muchos, pero muchos batazos.

Lo peor: no había nadie para ayudarme porque era muy temprano aún. En ese momento, salió mi tía a virar las orinas y me vio en el suelo mientras él me daba con el bate. Ella solo se puso las manos en la cabeza y gritó auxilio y corrió a ayudarme. Cuando ella llegó, él salió corriendo y me dejó en el suelo, ensangrentada. Ahí se agruparon las personas y me ayudaron, y me llevaron al hospital. Me hicieron placas25 y me dieron inyección para el dolor.

Cuando salí del hospital, fui a la Policía. Con una camioneta llena de agentes policiales nos dirigimos al cruce de Pavón, km 11, lugar donde vivía. Para ese entonces, cuando llegamos, ya él no estaba. Sus padres lo ayudaron e hicieron que se fuera. Él se escondió durante cinco meses. Durante ese tiempo la Policía lo seguía buscando. Recuerdo que, un día, su padre me dijo que me iba a pagar para que dejara «eso así». Él no volvía. Duré años sin verlo ni hablar con él… hasta que lo vi un día. Fue a casa de mis padres y les pidió perdón. Yo solo dije: «A los golpes no los curan el perdón». Y así sigue pasando el tiempo.

Hace un año yo empecé a trabajar en la zona hotelera. Por esa razón mis hijos se quedan con mi madre… y mi madre me dice que a veces él le manda mil pesos. Yo solo le digo a ella que haga lo que quiera. Ahora aparece él con todo el derecho de padre y quiere pegarles también a mis hijos… cuando él nunca respondió por ellos. Conseguí su número de teléfono, le escribí diciéndole que a mis hijos él no tiene derecho de darles golpes y esto es lo que me respondió en una nota voz hace 5 días: «Yo tengo derecho de darle a mis hijos y a ti también». Lo tengo guardado en mi teléfono.

Soy como el ave Fénix, puedo caer y también volver a renacer.

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