Esta Pesadilla

 

Por Wilna Sentilis

Mi niñez fue bella. A los cuatro años fue mi experiencia cuando, en el ciclón George, mi papá no quería que saliéramos de la casa, y vino un señor –el cual quiero como un segundo padre–, le dijo a mi mamá: «Dame los más chiquitos». Después que salimos, empezaron a volar las planchas de cinc.54 Ahí fue cuando empecé a tener conocimiento: cuando mi padre no quería que saliéramos, vi este señor como un ángel que Dios mandó al mundo.

Mi madre, cuando empecé a ir para la escuela, tenía una sola chancleta.55 Yo lo usaba [sic] por la mañana y, mi hermana, por la tarde. Nunca me he quemado,56 ni he debido57 una materia. Siempre fui excelente estudiante, pero desobediente con mi madre. Fui la cariñosa de mi papá, la consentida.

Pero, desde chiquita, el único horror mío fue comer vacío.58 Cuando le pedía carne a mi madre, ella me respondía: «´córtalo´… porque ustedes saben». Yo, desde mi infancia, nunca tuve la dicha de tener un bulto ni un zapato porque mi papá –como agricultor– nunca trabajaba en los ajenos ni echaba un día con nadie. Nunca gocé una fiesta de pacuaco.59 Mi madre se rascaba la barriga con un trapo para que mis hermanos y yo podíamos [pudiéramos] comer algo de lo poco que conseguíamos en el día.60 Ella siempre se preo- cupó por nosotros, nunca nos dejaba ir de fiesta ni de cormadón.

De primero hasta séptimo yo usaba los mismos útiles, pero limpios y bien planchados. Cuando tenía que pagar el examen (yo tenía que pagar para examinarme), mi madre vendía hasta las gallinas. A veces, con la furia, ella me decía: «Yo nunca estudié, cásate, también. En Gonzalo se casó una muchacha llamada Juani- ta… a los nueve años… ella era más pequeña que tú».

Hice el séptimo y, a los catorce, conocí un muchacho… me gustaba muchísimo. Me casé. Solo duré diez meses con mi primer marido. Él vivía en una finca de su abuelo. Duré cuatro meses con él en la finca. Luego, me fui con él para Yamasá, donde vivía su madre. Él me empezó a tratar malísimo, [por] lo cual duré, aproxi- madamente, seis meses aguantando los maltratos de ese sujeto.

Recogí mis pertenencias y me marché donde mi madre. Después de ocho días más tarde, regresó a buscarme con palabra bonita. Como si fuera poco, mi padre y mi madre no querían que yo me fuera con él; volví de nuevo a caer en su juego. Me sentía mal, pero pude entrar en razones. Con los tropezones, luego volví para mi casa. Mis padres me recibieron muy bien y… luego… cometí el mismo error.

Tuve mucha experiencia con mi primer marido. Analicé bien, pensé y dije: «Si mi mamá y mi papá no querían que yo vinie- ra, fue por algo». Regresé a mi casa, hasta ahora. Más adelante caí en otro juego porque me enamoré perdidamente del próximo y se repitió la misma historia por más de un año. Pero, después, duré [un] par de años tranquila y sola. Retomé mis estudios de noche, duré [hasta] mitad de año, me retiré porque era muy tarde de la noche (de 6:00 a 9:00 p.m.), donde pagaba doscientos de ida y vuelta de motor. Fui para la capital donde mi hermana a pasar par de tiempo, pero ya, después, volví.


Conocí otro novio llamado Deni: par de meses de noviazgo, luego nos juntamos, su madre me ´tiraba pila´ hasta querer matarme. Seis meses después que nos dejamos, fue cuan- do decidí buscar un empleo. Me marché para donde mi hermana, contenta de lograr lo que quería: conseguir un trabajo en casa de familia. Empecé mi primer trabajo a los diecisiete años. Después tuve experiencia, duré par de meses trabajando hasta que –un día– la señora me engañó con mi sueldo: le ´di banda´ a este empleo.

Luego, un día, yo estaba en mi casa. Juan Alberto64 me dijo que fuera para la Oficialía a buscar mi acta para fines de cédula. Fui para allá, me dieron un papelito y me dijeron que fuera a la Junta Central. Cuando fui, me dijeron que «todavía no está resuelto el problema de hijos de haitianos». Juan Alberto es un amigo mío que es el coordinador de allá, el cual me puso con conocimiento de eso.

En ese entonces, yo tenía 16 años. Él me dijo: «Vete a ver si te dan el acta para fines de cédula para inscribirte de menor». Viajaba tanto a la Junta que viajé, aproximadamente, antes que me entregara mis documentos, más de cien veces… hasta que lo [entregaron]. Hoy en día tengo mi cédula, con mucho esfuerzo.

No le gusta, pero a pesar de todo, sigo con mis estudios en pie, pero los tipos de celos se multiplicaban más y más. Y su forma de mala fe y de abusador, a pesar de que él no trajo ni una cuchara ni un electrodoméstico… nada más me ayuda con las comidas, mi madre. Como vive en el mismo patio conmigo, vive aterrada con este casamiento tan horrendo. [Mi madre teme] que un día vaya a levantarse y encontrarme sin vida.

Tengo tres hermanos viviendo aquí, en la capital: dos hembras y un varón. En diciembre del año pasado una de mis hermanas dio a luz y la iban a preparar.65 Ella me llama a las cuatro de la mañana, donde yo estaba acostada en él. Él me preguntó quién era, yo le dije. Él no hizo ni el mínimo esfuerzo para pregun- tarme cómo voy. Mi hermana no tenía a nadie allá en el hospital con ella, solo su esposo, el cual lo impedía entrar.66 Pero yo tenía una mensualidad que yo tenía en el Ayuntamiento… que yo traba- jaba. Me levanté, me bañé para ir a buscar el dinero. Él se sentó en la galería de mi casa, como ´un pachá´.67 No me preguntó dónde yo iba. Así mismo, esperé una bola para que el dinero me rindiera para ayudar a mi hermana cuando llegara. Pero él es tan egoísta que se quedó sentado, mirándome. Así mismo cogí mi bulto y me marché. Él le preguntó a mi mamá dónde encontré el dinero, mi madre le dijo que fui a buscar un dinero en Gonzalo. Pero lo dejé en casa.

Me marché al hospital Ney Arias [Lora] donde mi herma- na había parido, donde la iban a preparar. Me quedé con ella durante nueve días. Regresé al batey donde vivo, este día que yo llegué fue un sábado. Él empezó a hacerme preguntas: que yo no estaba donde mi hermana, que la gente le dijeron [sic] que yo no estaba donde mi hermana… Luego, en la discusión, él me pegó, luego me arrastró en el piso. Me quedé callada porque mi madre tiene la presión alta, y ella estaba sola en su casa… para que ella no se ponga mala. También él tenía dos machetes amolados [decía] que me iba a matar si lloraba, [que] no saliera corriendo.

Luego me armé de valor, rompí las puertas de atrás de la casa, ahí fue que él me pegó más duro. Era 16 de diciembre, yo me estaba examinando al día siguiente. Me levanté, me fui a mi escuela sin decirle nada a mi mamá [de] lo que había sucedido en la noche. Le llevé las llaves de mi casa a mi madre. Le dije al tipo: «Cuando yo venga, que no te encuentre en mi casa» y le dije a mi madre: «Cuando él salga, tráncame la puerta». Cuando regresé de la escuela, él todavía seguía en la casa. Llegué, tranqué la casa. Él me perseguía, que le diera la llave. No se la di. Me trasladé a casa de mi madre a dormir. Para allá él siguió molestándome, hasta [que] tomé la decisión en enero de este año.

Fui para la Fiscalía, busqué una orden de arresto. Lo metieron preso, el cual dura [sic] quince días bajo arresto. Luego la familia, los cuales son de Hato Mayor, vinieron a convencerme que iban a pagar la fianza y a un abogado para que yo diera la orden para que lo soltaran, que se lo iban a llevar para ´su sitio´. Caí en la trampa, di la orden por pena a su madre y a su hermana (que está muy mayorcita).

Él todavía sigue amenazando que me va «a dar par de machetazo´». Pero el día dos del mes de mayo, la secretaria del ministro me citó y, luego, fue y archivó el caso, pero no entendía de qué se trata. Ocho días después, él me vio en la calle con dos amigas parada y él estaba pasando: me tiró en el pecho. Regresé a la Fiscalía a buscar otra orden porque cuando él me dio, tenía un puñal en la cintura, era su segunda intención para darme una puñalada. Cuando me dio, me quedé frisada.68 Cuando se volteó, le di una pedrada en la espalda. Él me corrió atrás con el puñal para puyarme, mi hermano se metió a defenderme con varias perso- nas más. Él le corrió atrás a mi hermano para puyarlo también. Mi hermano se cayó, varias personas lo agarraron para [que] no [pudiera] matar a mi hermano.

Y me hicieron una orden, pero me dijeron que lo llevara a la puerta nueve. Lo entregué allá, ella me dijo que ellos mismos lo van a llevar al destacamento, pero parece que nunca lo lleva- ron porque viajé por quince días al destacamento y nunca llegó allá. Todavía vivo esta pesadilla porque él me sigue amenazando a pesar que hace siete meses… Hoy cuando yo venía para acá, él venía atrás… pero Dios está conmigo.

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