ATLETAS DOMINICANOS DE ASCENDENCIA HAITIANA: VENCIENDO OBSTÁCULOS DENTRO Y FUERA

 

Atletas dominicanos de ascendencia haitiana: venciendo obstáculos dentro y fuera de las competencias deportivas

Por: Alberto Pierre

A pesar del racismo institucionalizado, la comunidad dominicana de ascendencia haitiana ha seguido dando grandes cosas al país y al mundo. En diferentes ramas del deporte se ha llenado de gloria y se ha dado a conocer nuestra bandera, nuestra cultura y nuestra patria en el mundo.

Tenemos a Luisito Pie, nacido en Bayaguana, Monte Plata, quien ganó la única medalla dominicana en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, un bronce en taekwondo, así como numerosas medallas en competencias regionales.  Su hermano Bernardo también es un atleta de alta competencia en taekwondo y medallista en eventos internacionales.

Zacarías Bonnat, medallista de plata en las Olimpíadas de Tokio 2020 en levantamiento de pesas, también es nativo de Bayaguana. En una entrevista radial explicó que por ser hijo de padres haitianos tuvo grandes dificultades para obtener la cédula, que fue el momento más difícil de su carrera deportiva, tuvo que intervenir la federación de pesas para lograr que las autoridades le entregaran sus documentos. También admitió que fue una alegría mayor lograr la entrega de su cédula que ganar la medalla de plata en los Juegos Panamericanos de 2019. Así de difícil fue.

La corredora Fiordaliza Cofil, de Guaymate, con apenas 17 años ganó una medalla de plata en los Juegos Centroamericanos de 2018. Junto a Lidio Feliz, Marileidy Paulino y Alexander Ogando, ganaron la medalla de oro en el relevo 4×400 del Mundial de Atletismo en 2022. En esta misma competencia, Ana José Tima logró un extraordinario récord nacional en salto triple. Tristemente, así como las historias de vida de los atletas ponen sobre relieve los obstáculos que el racismo institucional ha puesto para los dominicanos de ascendencia haitiana, de igual forma ha habido numerosas expresiones de odio racista contra los atletas en las redes sociales, lo que ha llamado la atención de los medios.

Otro gran atleta dominicano de ascendencia haitiana es el lanzador de grandes ligas Domingo Germán, nacido en San Pedro. En una declaración publicada en 2019 afirmó “soy dominicano, aunque por mis venas corre sangre haitiana”, mostrando orgullo por su herencia binacional. El basquetbolista dominicano Al Horford también tiene ascendencia haitiana y de la colonia inglesa caribeña Anguila.

Estos solo son algunos de los jóvenes dominicanos de ascendencia haitiana que han puesto en alto nuestra bandera, muchas veces superando dificultades como la exclusión social, la negación de la nacionalidad, el racismo, la explotación y la pobreza. Hoy son sinónimos de los grandes logros que es capaz de conquistar nuestra juventud.

Ahora pensemos, ¿qué lograríamos si nuestros jóvenes deportistas dominicanos de ascendencia haitiana no tuvieran tantas trabas a la hora de reconocer su derecho a la nacionalidad dominicana?

Hoy en día hay sectores de la sociedad que nos quieren mantener en la marginación, el anonimato, sabiendo nuestra capacidad de aportar a nuestra sociedad. Son incontables los testimonios de jóvenes cuyo desarrollo profesional, académico, deportivo, artístico, se ve frustrado por el racismo institucionalizado y la negación de nuestra nacionalidad y nuestra documentación. Ya no se trata solo de comentarios racistas en las redes sociales o los medios de comunicación, sino de políticas violatorias de los derechos humanos que los gobiernos aplican para mantenernos oprimidos.

No pedimos que se nos regale pescado o que nos enseñen a pescar, sino que nos dejen pescar y así contribuir y aportar al desarrollo de nuestro país.

Es hora de poner fin a los atropellos que sufrimos como jóvenes de ascendencia haitiana. Estamos seguros de que, con nuestra lucha, y siguiendo el ejemplo de nuestros grandes atletas, nuestra generación logrará la mayor conquista, más grande que cualquier medalla de oro, que es el reconocimiento pleno de nuestros derechos humanos y la restitución de nuestra nacionalidad. Quizás no lo logremos durante este gobierno que nos ha dado la espalda, pero lo lograremos

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El Estado dominicano, si tuviera interés en mostrar un mínimo compromiso con el respeto y la garantía de los derechos humanos, podría emprender acciones inmediatas para garantizar el derecho a la nacionalidad y el fin de la apatridia, el derecho a la pensión de los trabajadores cañeros y el fin del trabajo forzoso en la industria azucarera. De igual forma, podría constituir una comisión de la verdad para investigar, establecer responsabilidades y resarcir a las víctimas y sus descendientes de la represión durante las dictaduras de Trujillo y Balaguer, incluyendo la masacre racista de El Perejil de 1937, y crímenes de lesa humanidad del período considerado democrático como la masacre de abril de 1984, y desapariciones forzosas como la del profesor Narciso González.

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Al cumplirse diez años de la sentencia 168-13 que de manera inconstitucional desnacionalizó a alrededor de doscientas mil personas dominicanas de ascendencia haitiana, la situación del país es de claro retroceso antidemocrático. Somos testigos de la aplicación generalizada por parte del gobierno encabezado por el presidente Abinader del perfilamiento racial y detenciones arbitrarias y extorsivas contra personas haitianas y dominicanas negras, detenciones masivas e ilegales de mujeres embarazadas, niños y niñas, allanamientos sin orden judicial, entre otras medidas que constituyen crímenes de lesa humanidad de acuerdo con el Estatuto de Roma firmado por la República Dominicana.

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