Mi sueño y pasión

 

Pedro Luis Novas Firsen (1985) Batey Bombita, Barahona. Cursa estudios universitarios. Tiene dos hijos. Actualmente trabaja como maestro sustituto en su comunidad.

Mi papá picaba la caña para el ingenio azucarero. Se levantaba de madrugada y regresaba a la casa al anochecer porque no quería que pasáramos hambre. A él le gustaba tomar ron, iba hacia otro batey llamado «Isabela». Muchas veces se quedaba hasta cinco días sin regresar a la casa, cuando lo hacía era borracho y sin dinero. Cuando teníamos que ir para la escuela, compartíamos los cuadernos entre dos. Los uniformes se repetían por más de tres años consecutivos. Si los cuadernos aún tenían hojas limpias, seguíamos usándolos porque no había dinero para seguir comprando.

Recibíamos las clases, algunos debajo de enramadas, unos debajo de matas y, otros, dentro de dos aulas pequeñas que había… se compartían las dos aulas al mismo tiempo con otros profesores (por la falta de espacio), no había butacas suficientes.

Usábamos piedras y pedazos de blocks para sentarnos. Los lápices se compartían o se partían en dos o tres pedazos. Usábamos, algunos los mismos zapatos, hasta rotos los teníamos que usar porque no había dinero. En las casas se usaban unas tinajas hechas de barro para conservar el agua fría, ya que no había electricidad y no teníamos tanques para almacenar el agua; los chicos que hacían el 4to curso en la escuelita tenían que ir a otro pueblo a seguir estudiando porque solo llegaba hasta un 4to curso. Tuve la suerte de que, al terminar el tercero de básica, no tuve que ir a otro pueblo. Gracias a Dios y a un señor llamado Sebert Lane7 y a la Reverenda Connie DiLeo8 que llegaron a nuestro batey. Al ver las condiciones en que se vivía y se estudiaba, se interesaron en construir una escuela.

Unos meses después se aparecieron con un grupo grande para la construcción de la escuela (fue en el 1996) que hoy se llama Escuela COPA9 (Compañeros de la Comunidad). Ahí terminé mis estudios primarios. Luego pasé a estudiar al Liceo Cruce de Palo Alto, a unos cinco km de mi casa. A veces no conseguíamos una bola para ir al liceo, nos íbamos en lo que fuera, y hasta a pie. Así también regresábamos muchas veces, caminando. Muchas veces, al regresar a la casa, no conseguíamos qué comer. A veces el desayuno que se preparaba desde temprano. La construcción de la escuela duró menos de un año. Primero, el señor Sebert Lane y la Reverenda Connie DiLeo, buscaron ayuda de algunas personas mayores de la comunidad para ayudarlos con los pasos que se debía dar para conseguir los títulos del terreno… y todos los pasos correspondientes. Busca – ron, además, ayuda de una directora de escuela llamada Luciana Méndez que también estuvo al tanto de todo lo que había de hacer – se. La escuela ya lleva 20 años de construida.

Cuando comenzó la construcción de dicha escuela, yo tenía 11 años y estaba en 2do de básica; esta escuela ha sido una gran bendición para nosotros, los del batey. También para los de otras comunidades cercanas porque ahí se enseña bien, todos los alumnos tienen dos patrocinadores, que son los que suplen econó – micamente la escuela y las actividades que se hacen para los niños cada año.

Hoy en día estoy estudiando en la universidad (UASD). Estoy cursando el 8vo semestre de Educación Mención Matemáti – cas. Aunque aún no he podido terminar la carrera, sé que pronto voy a terminar y me graduaré. No he podido terminar todavía por la falta de recursos, pero hago el esfuerzo, aunque con pocas mate – rias por semestre, pero lo hago. Tengo dos niños, uno de 3 años y la otra de 8 meses. Son mi pasión, por ellos me levanto cada día, buscando qué hacer para que no les falte nada. No quiero verlos pasar lo que pasé cuan – do era niño. Trabajo como profesor sustituto en la misma escuela que vi construirse hace 20 años atrás. Me siento muy orgulloso de haber estudiado ahí y tener el privilegio de trabajar con los que fueron mis profesores de infancia. Me lleno de fuerzas para seguir estudiando. Lo que se me da en la escuela no es mucho, pero me ayuda con la universidad y con los niños. No hay una tarifa fija. A veces son RD$2 000, unas veces RD$3 000 y otras veces RD$1 500, pero sigo luchando por mis hijos que son los que me dan las fuerzas para no detenerme y seguir, cada día, con lo que hago y me apasiona tanto, que es dar clases.

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